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cuai,do en realidad se quedó con parte del mismo. San Pedro le recriminó con estas palabras: «Ananías, ¿cómo es que satanás se posesionó de tu corazón, moviéndote a engañar al Espíritu Santo y quedarte con parte del precio del campo? ¿Es que no era tuyo sin venderlo y, después de vendido, no quedaba el precio en tu poder? ¿Por qué se te ocurrió tal cosa? No mentiste a los hombres, sino a Dios,> (Hech 5, 3-4). Se ve que para San Pedro es lo mismo mentir al Espíritu Santo que mentir a Dios. El mismo Jesús dice que los que atribuyen sus milagros a virtud del diablo, blasfeman contra el Espíritu Santo (Me 3, 29). Y la blasfemia es el pecado que va directamente contra Dios. En su discurso después de la última Cena habla Jesús repetidas veces de la vida común del Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo. Y promete a los apóstoles que el Espíritu Santo será el Consolador que permanecerá para siempre con ellos y con la Iglesia, comple– tando de modo divino la obra de Cristo. Todo lo cual indica que es Dios lo mismo que el Padre y el Hijo (Capítulos 14-16 del Evangelio de San Juan). Se pueden también recordar los textos trinitarios en que se habla por igual de las tres divinas Personas, especialmente el mandato de Jesús de bautizar a todos <,en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19) (Véase la lección 3). 2.-COlVIO SE HA l\IANIFESTADO A LOS HOlVIBRES La revelación acerca del Espíritu Santo la hemos recibido pro– piamente de Jesús, quien se hi:lo hombre para manifestar el miste– terio de Dios, según dice San Juan: ,,La gracia y la verdad vino por Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, ése nos le ha dado a conocer> (Jn 1, 17-18). Sin embargo, también tomó el Espíritu Santo formas visibles que lo simbolizaban e indicaban su presencia espiritual, por ejemplo, la figura de paloma después del Bautismo de Jesús. La manifestación más solemne del Espíritu Santo, que venía a los apóstoles para completar la obra de Jesús y dar consistencia defini– tiva a la Iglesia, fue el día de Pentecostés. Jesús lo había prometido: «Recibiréis la virtud del Espíritu Santo» (Hech 1, 8). «El Padre os dará otro abogado... el Espíritu de verdad» (Jn 14, 16-17). «El Espí– ritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os enseñará todo» (Jn 14, 26). «Yo os enviaré de parte del Padre el Espíritu de Verdad,, (Jn 15, 26). El cumplimiento visible de estas promesas s·e refiere en los Hechos de los Apóstoles: "Cuando llegó el elfo de Pentecostés, estando todos juntos en un 71 -
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