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Este pecado grave de Adán y Eva les privó de la amistad de Dios y de todos los demás dones extraordinarios que les había dado al crearlos. Y por eso dice la Sagrada Escritura que Dios arrojó del Paraíso a los primeros padres (Gn 3, 23). Y por ser Adán representante de todo el género humano, su pe– cado repercutió en toda la humanidad. El pecado original es un misterio, pues no solamente consiste en que Adán dejó como herencia a los hombres el castigo de su peca– do, sino que nos hizo partícipes de su mismo pecado, haciéndonos a todos pecadores. Por el acto suyv quedó manchada su alma y el alma de todos los hombres que proceden de él (a excepción de la Virgen Santísima). Pero en los descendientes de Adán esa mancha consiste en la privación de la g-racia, que Dios nunca está obligado a dar a ningún hombre. Por esta razón no se puede decir que sea una injusticia el que los hombres carguen con una culpa que no cometieron por un acto propio. El pecado original es un dogma de fe defi.nido por el Concilio de Trento y que se encuentra en la Sagrada Escritura, especialmente en San Pablo, que dice de Adán en la carta a los Romanos: «Por la desobediencia de él, todos fueron hechos pecadores;> (Rm 5, 19). 4.--ESTADO DE GRACIA Y ESTADO DE PECADO El hombre, con relación a Dios, puede hallarse en dos actitudes solamente: en estado de gracia o en estado de pecado. Estado de gracia es aquel en que el hombre se halla adornado de la gracia santificante, siendo por ella hijo adoptivo de Dios, partícipe de su naturaleza y templo de la Santísima Trinidad. El alma en gracia vive la vida sobrenatural, cuyo perfecto desa– rrollo será la gloria del cielo. Pues la gracia es como el botón de una flor que contiene ya la flor, es decir, la vida de la gloria, aunque todavía no se ha manifestado del todo. Estado de pecado es aquel en que el alma se halla privada de la gracia o de la vída sobrenatural; es un estado de muerte sobrenatural. Tal estado de pecado puede provenir del pecado original o de un pecado mortal que se cometió y que no ha sído perdonado todavía. Todos los hombres, al nacer, estábamos en estado de pecado por tener el pecado original, y por esta razón dij o Jesucristo: <<Quien no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el rino de los cielos» (Jn 3, 5). Sin embargo, el que muere en estado de pecado original sola– mente, sin haber cometido pecados mortales personales, no va al

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