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Y por eso ser cristiano es lo mismo que estar consagrado a la Santísima Trinidad. 5.-MANIFESTACION VISIBLE DEL MISTERIO DE LA SANTI– SIMA TRINIDAD EN EL EVANGELIO Cuando Jesús inició su vida pública de predicación del Evange– lio, quiso ser bautizado por Juan el Bautista en el rio Jordán. Y en– tonces se produjo un fenómenr, visible en el que intervinieron las tres Personas de la Santísima Trinidad. San Lucas lo describe así: «Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que, beutiza– do Jesús y orando, se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como de paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: <<Tú eres mi Hijo amado; en t.i me complazco> (Le 3, 21-22). Se presentan, pues, de modo sensible: --El Padre, que se deja oír en la voz dirigida al Hijo. -El Hijo, que es Jesucristo. -El Espíritu Santo, que desciende sobre Jesús en forma de paloma. Así convenía que la predicación de Jesús comenzara bajo el signo de la Santísima Trinidad. 6.--INCOMPRENSIBILIDAD DEL MISTERIO DE LA SANTISI– MA TRINIDAD El misterio de la Santísima Trinidad no lo hubiéramos conocido nunca si Dios mismo no lo hubiera revelado. Aun después de reve– lárnoslo Jesucristo no lo podemos entender. Recuérdese la anécdota del ángel y San Agustín: Cuando este Santo, uno de los mayores genios que han existido, se paseaba por la orilla del mar discurriendo sobre el misterio de la Santísima Trinidad, se encontró con un niño que, habiendo hecho un pequeño hoyo en la arena, iba echando en él agua del mar con una concha. -«¿Qué haces?» -le preguntó San Agustín. Y el niño respondió: -«Voy a ver si meto aquí toda el agua del man. --<<Pero, niño -dijo el santo- ¿no ves que el mar es inmenso y ese hoyo muy pequeño?» Y el niño, que era un ángel del cielo, le contestó sonriendo: --«Lo mismo te pasa a ti, que quieres meter en tu pequeña inteligencia el misterio infinito de Dios. Es más fácil meter en este pequeño agujero el agua de todos los mares, que penetrar con tu inteligencia el misterio de la Santísima Trinid:1d.» Y desapareció. Esto no quiere decir que no podamos pensar sobre los misterios, ateniéndonos a lo que Dios nos ha dicho sobre ellos. 24

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