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dependiera no sería Dios. Si no dependían entre sí, no sería Dios ninguno, pues no dominarían sobre todos los seres. Por consiguiente, Dios tiene que ser único en naturaleza o esencia. b) Lo anterior no excluye que pueda haber varios sujetos o personas que posean esa única naturaleza. De hecho la revelación dice que el Padre, el Hijo y el E;:;píritu Santo, siendo tres personas distintas, son los tres el único Dios verdadero. Esto no es una contradicción ni un absurdo, aunque la inteli– gencia humana no lo pueda comprender. Pues no se dice que Dios sea uno y también tres en el mismo sentido. e) Dios es uno en cuanto a la naturaleza, en lo que es. Y Dios es trino en cuanto a las personas o sujetos que son Dios: Las tres Personas son un Dios. Por esta razón en Dios: 1) es único e idéntico todo lo que se refiere a la naturaleza: un ,solo ser, una sola inteligencia, una sola voluntad, una sola infini– tud y eternidad, etc.; 2) es distinto lo que es característica de las Personas: a) El Padre no procede de nadie y solo El tiene la paternidad. b) El Hijo procede del Padre por generación y solo El tiene la filiación. c) El Esplrítu Santo procede del Padre y del Hijo, srn ser hijo de ellos. 4.-EL MISTERIO DE LA SAN'l'ISIMA TRINIDAD FUE REVE– LADO POR JESUCRISTO Toda la grandeza y misterio de Jesucristo está en ser Hijo del Padre y Dios eterno como El, que se hizo hombre para unirnos con– sigo y hacernos así a los hombres hijos queridos de su Padre. Lo testimonia San Juan al principio de &u Evangelio: «El Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros... lleno de gracia y de verdad ... y de su plenitud recibimos todos» (Jn 1, l. 14. 16). Cuando en el juicio que le iba a llevar a la muerte, el pontífice judío le pregunta conjurándole si es el Hijo de Dios, Jesús responde: «Tú lo has dicho» (Mt 26, 63-64). Y en su predicación, además de afirmar muchas veces que es eterno como el Padre (Jn 8, 58), om– nisciente (Jn 5, 19), etc., exige que se le sig•a con el mismo amor que a Dios: «El que ama al padre o a la madre más que a mi, no es digno de mí» (Mt 10, 37). -- 22

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