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5.-CONDICIONES PARA OBTENER EL PERDON Para obtener el perdón de los pecados es absolutamente nece– sario tener arrepentimiento de ellos, al menos el dolor imperfecto de atrición, que está motivado por el temor al castigo. La razón es clara: Dios no puede perdonar el pecado si el pecador no cambia su voluntad detestándolo. 1) El acto de amor perfecto a Dios que se verifica en el dolor de perfecta contrición, consigue inmediatamente el perdón de los pecados, llevando un deseo consciente o inconsciente de recibir el sacramento del Bautismo o de la Penitencia, según se trate de uno no bautizado o de un cristiano. 2) En la recepción del Bautismo es necesario al menos tener atrición de los pecados para que éstos se perdonen. 3) En la Penitencia es igualmente necesario el dolor por lo menos de atrición. Además se requiere la confesión de todos los pecados mortales no confesados bien y la aceptación de la satisfac– ción de obra o penitencia impuesta por el confesor. 6.-ESTADO LASTIMOSO DEL ALMA EN PECADO MORTAL Un alma en estado de pecado mortal es lo más desgraciado que se puede imaginar. Pues al modo como el alma en gracia es templo de la Santísima Trinidad y lleva el germen de la felicidad del cielo, el alma en pecado mortal es guarida de Satanás y lleva dentro como un anticipo del infierno. Los efectos desastrosos del pecado mortal en el alma son: 1) Arroja de ella a Dios, privándola de su presencia amorosa por la vida sobrenatural. 2) Destruye la gracia santificante y con ella la vida sobrena– tural por la que el hombre se dirigía a su último fin. 3) Hace que se pierdan todos los méritos de las obras buenas realizadas e inutiliza al alma para que gane mérito alguno ante Dios por el bien que haga. 4) Produce la desorientación más espantosa de la vida, pues el hombre en pecado mortal no camina hacia ningún fin (si no es el infierno), ya que no hay más justificación para la vida humana que el fin que Dios le señló y al que sólo se camina por la gracia. 5) Hace al hombre reo del infierno, y a él se irá si muere en ese estado, perdiendo para siempre toda posibilidad de cambiar su suerte fracasada para siempre y del modo más horrendo. El pecado mortal es lo que Dios más aborrece, por ser la desgracia -- 98 -

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