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ve?" (Gen 16, 13). Dios mismo se lo dice a Moi– sés: "Mira, hay un lugar junto a mí; tú te coloca– rás sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidure de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver" (Ex 33, 18-23). Detrás del evidente antropomorfismo se sugiere un conocimiento indirecto, oscuro, imperfecto, de Dios. "Ahora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré co– mo soy conocido" (1 Ca 13, 12). San Juan afirmará corno conclusión: "A Dios nadie le ha visto jamás" (Jn 1, 18). Por eso no po– demos hacernos imagen de Dios: "No te harás escultura ni imagen alguna" [Ex 20, 4; Deut 5, 8) (1 ). Escuchar: actitud del creyente Ahora bien, si la visión de Dios se ha deterio– rado después del pecado, nos queda sin embargo otro sentido que parece no haber sufrido merma: el oído. Los hombres en este mundo no ven a Dios, pero siguen oyéndolo. Continúa el diálogo de Dios con el hombre. "Yahvéh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais el rumor de las palabras, pero no percibíais figura alguna, sino sólo una voz" (Deut 4, 12). Esto justifica la nega– tiva de toda imagen: "Puesto que no visteis figu– ra alguna el día en que Yahvéh os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevari– car y os hagáis alguna escultura de cualquier re– presentación que sea" (Deut 4, 15-16). Dios para el hombre queda reducido a voz, a palabra: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios" [Jn 1, 1) (2). (1) ALONSO DJAZ, El alcance de la prohibición de fas Imágenes en el Decálogo mosaico, en Estudios Eclesiásticos. 48 (1973) 315•326. (2) Interesante la exposición de GONZALEZ FAUS sobre "Jesús palabra" en su libro la Humanidad nueva, pp_ 340-360. 90

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