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que nos condene nuestrn conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Que– ridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios ... " (1 Jn 3, 19-21). La conciencia es un reflejo de Dios, la voz del EGpí ritu, y la base de nuestra libertad cristiana. ¡Cuán– to .-ecelo contra la conciencia! En el fondo tene– mos miedo a Dios, a su palabra, y decimos como los israelitas a Moisés: "Háblanos tú, pero que no nos hable Dios, no sea que muramos" (Ex 20, 19). Preferimos la voz de los hombres, un magis– terio humano, a ia voz del Espíritu. Lo veremos en el capítulo siguiente. 87
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