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tante fuerte humanamente para poder prescindir del Espíritu Santo. La administración ha asfixiado la vida ... Se toman todas las precauciones para que la institución funcione tanto mejor cuantos menos imprevistos haya, cuantos menos profetas, menos apóstoles caídos del cielo como Pablo, me– nos participación del pueblo en el gobierno y me– nos manifestaciones del Espíritu fuera de la vía jerárquica" (3). Francisco de Asís intuyó esta verdad. El Espíri– tu Santo es el que enseña y dirige a todos. Y quiso poner en su regla que el Ministro General no era otro que el Espíritu Santo. No se lo per– mitieron (4). El Espíritu actúa en todos y cada uno de nos– otros, de un modo inmediato, personal y sin tener que dar cuentas a nadie. Hemos llegado al núcleo de la personalidad humana, lo íntimo que hay que respetar, el fondo del alma donde Dios habla, la conciencia personal. · Primado de la conciencia Como introducción a este apartado, me permito trascribir la palabra .autorizada del Concilio Vati– cano 11: "En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, paro a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obe– diencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagra1•io del hombre, en el (3) EVELV, o.e., pág. 39 (4) L. IRIARTE, Lo que S. Francisco hubiera querido decir en la Regla, en Selecciones de Franciscanlsmo, 6 (1977) 177-178: El Espíritu Santo, Ministro General de la Orden. 79

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