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la religiosidad que El anunció a la samaritana "en Espíritu y verdad" (Jn 4, 23-24); el prometido que hará comprender lo que entonces no podían en– tender: "Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga El, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa" (Jn 16, 12-13). "El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo" (Jn 14, 26). Hemos entrado en el régimen del Espíritu. Cristo continuará su obra por medio del Espíritu, y a través de El realizará sus funciones de Rey, Maes– tro y Sacerdote. Ya en la economía de la nueva alianza no se podrá hacer nada sin el Espíritu: "Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor! sino con el Espíritu Santo" (1 Co 12,3). Todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1 Ca 12, 11). Hay que dejar en claro la soberanía sacerdotal, real y magisterial del Espíritu. "El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va" (Jn 3, 8). Estaba anunciada desde antiguo la actuación independente del Espíritu, actuación que en algún modo prescindiría de la intervención de los hom– bres: "Va no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo, y el otro a su hermano, diciendo: Conoced a Yahvéh; pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande" (Jer 31, 34). "Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios" (Jn 6, 45). Para mayor claridad, voy a resumir esquemáti– camente el plan de salvación: 1) Jesús, el primogénito, se constituye Hijo de Dios por el Espíritu: "El Espíritu Santo descende– rá sobre tí. . . por eso el que ha de nacer será llamado Hijo de Dios" (Le 1, 35). 2) Todos nosotros tenemos que llegar a ser hi– jos de Dios (transformarnos en Cristo) para sal- 76
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