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1) Cada ser humano rehuse oprimir o admitir la inferioridad de cualquier persona. 2) Cada ser humano rehuse ser oprimido, reac– cionando no violentamente sino por el diálogo. 3) Cada ser humano lleve a los opresores a la comprensión de su papel actual de opresores (9). Y la explicación que dimos al grupo que nos encargó confeccionar el comunicado, fue sencilla: 1) Quien oprims física o moralmente, .está privan– do de libertad a un hermano. En consecuencia, está usurpando una atribución que sólo correspon– dería al único Señor. Esto es como una profana– ción, como un sacrilegio. Es pecado. 2) Quien se deja oprimir, está en algún modo colaborando con el pecado del opresor. No sería objeto de la virtud de la paciencia, sino colabo– ración con la injusticia. La verdadera actitud cris– tiana no es aguantar en este caso, sino resistir al mal: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien" (Rm 12, 21). Y el bien que podemos hacer al opresor es hacerle tomar conciencia de que está obrando mal. Es el tercer punto: llevar a los opresores a la comprensión de su papel actual de opresores. Esto es caridad auténtica, decirle la verdad, lo que pensamos, y no adularle o hacerle creer que todo marcha es, tupendamente. Denunciar al opresor es desagradable y aca– rrea peligros, persecuciones e incluso la muerte. Es impresionante leer la carta de los Obispos del Brasil, relatando hechos que por sí mismo son una denuncia clara y fuerte: "Una iglesia en tiempos difíciles" (10). Ser cristiano puede llevar consigo la no-vio– lencia pero nunca la pasividad frente al mal. Se impone una recta formación de la conciencia pa- (9) Nos servimos de un artículo de Mons. HELDER CAMARA, América Latina y la opción de la no-violencia, en Mensaje Iberoamericano, abril 1974, pág. 13. (10) Véase la revista Mensaje Iberoamericano. febrero 1977, .J)p. 17-23. 73

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