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(Hch 5, 29). Las autoridades civiles y religiosas se mostrarán hostiles al evang8lio: "Seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre" "Os expulsarán de las sinagogas" (Jn 16, 2). Y de hecho los primeros cristianos se encontraron en oposición radical a la sociedad en que vivían. Y no se sometieron a las exigencias de la autoridad, y prefirieron morir antes que obedecer. Era una forma de actitud crítica, no aceptar las disposicio– nes de la autoridad, a pesar de que "quien se opo– ne a la autoridad, se rebela contra el orden di– vino" [5]. El Vaticano 11, aunque habla de obediencia tam– bién, no lo reduce todo a esa actitud de someti– miento. Por ejemplo, hablando de los laicos, en– seña: "En la medida de los conocimientos, de !a competencia y del prestigio que poseen, tienen e! derecho y en algún caso la obligación de ma– nifestar su parecer sobre aquellas cosas que di– cen relación al bien de la Iglesia. Hágase esto ... siempre con veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su oficio sagrado, personifican a Cristo" (6]. El "Manifiesto de la libertad cristiana", escrito por un grupo de escritores católicos franceses es profundamente sugeridor. Los enunciados de al– gunos capítulos bastan para corroborar cuanto ve– nimos diciendo: "Los cristianos tienen derecho a v1v1r según sus convicciones", "Todo cristiano tiene derecho a disentir", "Todos los cristianos (5) Aunque teóricamente se ha venido Insistiendo siempre en la obll_ gación de obedecer. en el terreno práctico no ha habido dificulta– des en aprobar la desobediencia a la autoridad cuando conviene. Piénsese en la revoiuclón de Franco contra la República española \egftimamente establecida, y su aprobación por el episcopado. lguo.1- mente la derrocaclón de Allende, en Chile. Y en cuestiones ecle– siásticas, el tradicionalista obispo Lefebvre contra el Concilio y el Papa. Se ha comentado cómo el Papa no quiso dialogar con éi a no ser que aceptase su equivocación. Escribió MIRET MAGDALENA: "Yo estoy contra el retrogradlsmo religioso de monseñor Lefebvre, pero igualmente estoy contra ese afán insistente de mando, de do– minio y de poder que, bajo palabras más suaves, se quiere eje;– cer hoy también" (El descrédito de la Institución, en Triunfo, n9 711. 11 septiembre 1976. (6) Lumen Gentium, nci 37. 71
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