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hombres, hacédselo también vosotros; porque esta es la Ley y los Profetas" (Mt 7, 12). San Pablo lo repite una y otra vez en sus cartas: "Procuremos lo que fomente la paz y la mutua edificación" (Rom 14, 19). Los primeros versículos del capítulo 15 a los ro– manos expresan, con mayor claridad todavía, que nuestro obrar en conciencia debe ir acompañado del pensamiento en los otros y no sólo en nos– otros mismos: "Nosotros los fuertes debemos so– brellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado. Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, bus– cando su edificación" (Rm 15, 1-2). La insistencia contra el egoísmo es patente. Vuelve el tema en la carta a los corintios: "Todo es lícito, pero no todo conviene. Todo es lícito, pero no todo edifica. Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás" (1 Co 10, 23-24). En las reuniones litúrgicas primitivas debía ha– ber un poco de confusión: uno hablaba en lenguas extrañas, otros profetizaban, otros cantaban sal– mos, y nadie se entendía. Si entraran unos infie– les en esas asambleas "¿no dirían que estáis lo– cos?" (1 Co 14, 23). San Pablo prefiere la profe– cía al don de lenguas, precisamente pensando en los demás: "El que habla en lenguas, se edifica a sí mismo; el que profetiza, edifica a toda la asamblea" (1 Co 14, 4). Hay que pensar en los demás, en su edificación: este es el estribillo pau, lino en el tema de las reuniones litúrgicas: "Tu acción de gracias es excelente; pero el otro no se edifica" (1 Co 14, 17). "¿Qué concluir, hermanos? Cuando os reunís, cada cuál puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lenguas, una interpretación; pero que todo sea para edificación" (1 Co 14, 16). · En su segunda carta a los corintios, cuando ha– bla de su autoridad para reprender, vuelve Pablo a atestiguar que la finalidad de su intervención tiene que ser la edificación: "conforme al poder 69
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