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VI "LOS HIJOS SON LIBRES" (Mt 17, 26) Se ha hablado tant'.l de libertad y se ha abusa– do tanto de esta palabra, que se corre el peligro de que quienes la oigan nombrar, piensen que se está recurriendo al tópico o a la demagogia. Al– gunos apenas oyen "libertad" ya están pensando en "libertinaje", ya sea para entregarse a la orgía de los sentidos, o para rechazar sin más el uso recto de la libertad. San Pablo establece, en un texto clásico, el principio de la libertad y el recha– zo del libertinaje: "Hermanos, habéis sido llama– dos a la libertad; sólo que no toméis de esa li– bertad pretexto para la carne" (Gal 5, 13). De un abuso no es lícito pasar a negar el uso. En Los Negrales quisimos afirmar la libertad cristiana. Es cierto que hay abusos, y quizás el principal sea el negar el derecho a la libertad son pretexto de esos abusos. Me permito trascribir una parábola moderna, por lo expresiva que puede resultar: "Erase una vez un hombre como todos los de– más. Un hombre normal. Tenía cualidades positi– vas y negativas. No era diferente. Una noche repentinamente llamaron a su puer– ta. Cuando abrió se encontró a sus enemigos. Eran varios y habían venido juntos. Sus enemigos le ataron las manos. Después le dijeron que así era mejor, que así, con sus manos atadas, no podría hacer nada malo. [Se olvidaron decirle que tampoco podría hacer nada bueno). Y se fueron, dejando un guardián a la puerta para que nadie pudiera desatarle. 63
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