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La hostilidad contra los demás no es signo del Espíritu de Cristo. Juan y Santiago se irritan con– tra los samaritanos y quieren incendiar sus ciuda– des. Pero Jesús "Les reprendió y dijo: No sabéis de qué espíritu sois" (Le 9, 55). En cambio la beneficencia en favor de los ham– brientos y sedientos, de los peregrinos, de los des– nudos, enfermos y encarcelados es una señal po– sitiva de verdadero amor al Padre (Mt 25, 31-46). "Según Jesús, el amor es esencialmente amor a Dios y al hombre al mismo tiempo. Jesús vino a cumplir la ley y puso de relieve la voluntad de Dios, que tiende al bien del hombre. Por eso pudo decir que todos los mandamientos se encierran en el doble mandamiento del amor. También el judaísmo habla esporádicamente del amor en una doble dimensión. Jesús sin embargo logra una ori– ginalísima, simplicísima y concreta reducción y concentración de todos los mandamientos en ese doble mandamiento, asociando el amor a Dios y el amor al hombre en unidad indisoluble. Desde en– tonces es imposible jugar la carta de Dios en con– tra del hombre y viceversa. El amor se convierte en una exigencia absoluta que determina la vida entera del hombre corno totalidad y es aplicable al mismo tiempo a sus más concretas circunstan– cias" (7). Hay una razón peculiar que enlaza lo fraterno y lo filial. Es la presencia mística de Cristo en todo hermano y precisamente en los más necesitados. En Los Negrales lo expresamos diciendo que "Cristo, Hermano Mayor, sigue presente entre nosotros en toda persona humana". La idea es radicalmente evangélica, y la liturgia lo ha expre– sado en aquellos versos de la hora sexta: "Quien diga que Dios ha muerto, que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea (7) HANS KUNG, Ser cr/stlsno, pág. 320-321. Cfr. toda esta sección tltu– lada "La causa del hombre", en que explica el amor a los enemi– gos, desfavorecidos, pobres. fracasados morales, etc... 60

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