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otros mi Padre celestial si no perdonáis de cora– zón cada uno a vuestro hermano" (Mt 18, 23-35). La oración de los hermanos incluye esta peti– ción: "Padre, perdónanos nuestras deudas, así co– mo nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mt 6, 12). "Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe" (Le 11, 4). El perdón y el amor vienen a ser la cima de una auténtica fraternidad. Bastará con reflexionar so– bre las palabras de S. Juan: "Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano, permanece en la luz y no tropieza" (1 Jn 2, 9-11). "Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín, que siendo del maligno, mató a su herma– no" (1 Jn 3, 11-12). "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque 8mamos a los herma– nos ... Todo el que aborrece a su hermano es un asesino. . . En esto hemos conocido lo que es el amor: en que El dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su cora– zón ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad" (1 Jn 3, 14-18). "Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud" (1 Jn 4, 12). En síntesis, !a fraternidad es un don, un honor, pero también un compromiso de amor y servicio a los demás. !..o fraterno, signo de lo filial El binomio padre-hijo puede fundamentar una espiritualidad vertical, individual, cerrada para los 58
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