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manos ... " (Hech 1, 15-16). Y este apelativo lo en– contramos en múltiples pasajes de los Hechos de los Apóstoles, y en las cartas de Pedro, Pablo, Juan y Santiago. ¿Cuáles son las exigencias de esta hermandad? Ante todo la fraternidad excluye la idea de hijo único. Es quizá una perogrullada, pero tiene su im– portancia sicológica. Ya sabemos las característi– cas del hijo único a nivel humano: tendencia al e¡¡oísmo, a considerarse el centro del hogar, con la pretensión de ser servido más que de servir. Además la fraternidad cristiana parte de la base de que ninguno de nosotros es el hermano ma– yor. Cristo es el Hermano Mayor. Luego nosotros somos menores, con relación a Cristo. Entre los hombres, el hermano mayor de una familia tiene también su sicología especial: un tanto autoritario e imoositivo sobre los otros hermanos, incluso desplazándoles en sus derechos. Entendámonos. Lo que afirmo de la sicología especial del hijo único y del hermano ma– yor, en ningún modo se puede aplicar a Cristo, aunque sea unigénito y primoqénito. Estoy refirién– dome a nosotros, los hombres. Correríamos esos riespos. Por eso Dios en este plano sobrenatural nos ha hecho a todos hermanos menores. Afortu– nadamente. Pero continuemos. Los hermanos necesariamen– te no son iguales en todo. Cada uno tiene su per– sonalidad. Aún los gemelos suelen diferir en tem– peramento, carácter, gustos y actividades. Frater– nidad no es uniformidad. De aquí brota el prin– cipio de pluriformidad. La ley que regula las relaciones entre hermanos es de suyo el amor. Las excepciones confirman la regla. Pero eso, por establecerse sobre la base del amor, la fraternidad es un compromiso. Pre– qunta Cristo: ";_Quiénes son mis hermanos? Todo el que cumpla la voluntad ,de Mi Padre celestial, ese es mi hermano y mi hermana ... " (Mt 12, 48-50). "Mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Le 8, 21). 56
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