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sino también espiritual-cultural-personal. De mo– do análogo, y sin negar la divinidad de Jesús desde el primer momento, él tuvo que "hacerse Dios", ganar a pulso, por decirlo de alguna ma– nera, la divinidad, el señorío, con exclusividad de cualquier otro señorío. Lo explica González Faus: "La divinidad de Jesús no es "algo" que se le da en tm momento concreto y que antes no tenía (eso sería adopcionismo), pero tampoco es algo totalmente inerte y que absorba o paralice el carácter histórico de su ser hombre; sino que, si el hombre es la posibilidad de sí mismo, Dios hecho hombre es Dios hecho posibilidad de un hombre. Jesús posee su divinidad como la posi– bilidad de su ser que El debe realizar y que nos– otros no poseemos (o al menos no poseemos de la misma manera y en el mismo sentido que El). Es Hijo de Dios, pero "según la carne", es decir, en la forma de tener-que-llegar-a-ser Hijo de Dios. Si el sentido es distinto del nuestro (El por natu– raleza y plenitud, y nosotros por gracia y partici– pación) el carácter de tarea es el mismo" (4). La tarea de Jesús ha consistido en lograr ese señorío y hacerlo reconocer frente a los dioses e ídolos paganos (5), e incluso frente. a las autori– dades civiles (6). Sin ser un señorío político, tiene consecuencias de orden temporal y político. "En algunas Actas de los mártires el señorío de Je– sús está tomado con tal seriedad que amenaza con Ir a dar en una especie de teocracia más o me– nos clerical. Este peligro debe ser evitado a toda costa por cuanto equivale, en fin de cuentas, a la instauración de un nuevo señorío terreno (que se camufla ahora amparándose en el de Cristo). Pero sin que el evitar este peligro suponga prác- (4) GONZALEZ FAUS, La Humanfdad nueva. Ensayo de Cristología. (Sal Terrae, Madrid, 1974) vol. 1, pág. 230. (5) Cfr. W. BOUSSET, Kyrios Christos. Geschichte des chrlstlfche Glau– bens von den Anfangen des Christentums bis lreneus. (GOttlngen 1965). R. BULTMANN, Theofogfe des neuen Testamentes. (Tüblngen, 1961). (6) Cfr. O. CULLMANN, Chrlsto/ogfe des nauen Testamentes. (Tüblngan 1966). 43