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quién es Dios y quien es el hombre. He aquí la misión del Profeta, la luminosidad del Verbo y su tremenda antinomia: Dios y hombre. A) Revelación de Dios Era necesario. Porque "a Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Pa– dre, él lo ha contado" (Jn 1. 18). El invisible se hará visible en Jesús. La pregunta del apóstol Fe– lipe no tiene sentido y así se lo hace comprender Cristo: El que me ha visto a mí, ha visto al Pa– dre" (Jn 14, 9). En la persona de Cristo encontraremos los mis– mos atributos divinos y de ese modo podremos vislumbrar la realidad de Dios. Jesús ,es Señor y ,e/ único Señor Estas afirmaciones vienen a ser como fórmu– las de fe primitivas respaldadas por la predica– ción de los Apóstoles. No son fórmulas anodinas, sino distintivas del cristiano. "Porque si confiesas con tu boca que Jesús es Señor ... serás salvo" (Rom 10, 9). "Para nosotros no hay más que un solo Señor, Jesucristo" (1 Co 8, 6). Son los mismos atributos que hemos visto de Dios en el capítulo primero. Con lo que se afirma que Jesús es Dios, no un sustituto de Dios. La divinidad de Jesús aparece en una serie de textos del N. T. como una conquista, como un logro después de su resurrección. Lo cual haría pensar que antes de su glorificación, Cristo no era Dios (3). La dificultad no se puede escamotear. Y la explicación más pausible es la que ve en la rea– lidad no un concepto estático sino dinámico, exis– tencial, propio de la vida del hombre. El hombre es hombre desde que nace y no obstante debe "hacerse hombre" en un sentido no sólo físico (3) Cfr. Hech 2, 22-23. 33. 36; Rom 1, 3-4; Hebr 5, 9). 42
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