BCCCAP00000000000000000000490
diente por diente. Pues yo os digo que no resis– táis al mal ... Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen ... " (Mt 5, 38-44). Los sacerdotes, por el sacrame.nto de la peniten– cia, deben distribuir el perdón, perdón que otorga. no solamente Dios, sino también la misma Igle– sia, todos los cristianos. El pecado es ofensa al Padre y ofensa a los hermanos, y de este modo el sacerdote no sólo en nombre del Padre, sino también de los hijos, imparte el perdón y esta– blece la reconciliación entre todos. El perdón de Dios está en algún modo condi– cionado al perdón que los hombres tengamos la generosidad de otorgar a nuestros hermanos: "Per– dónanos nuestras deudas, así como nosotros per– donamos a nuestros deudores" (Mt 6, 12). Los hombres no tenemos el derecho a negar el perdón cuando Dios nos está perdonando cons– tantemente. La parábola del siervo sin entrañas, que se cierra a su consiervo cuando el rey acaba de perdonarle·, es una advertencia muy seria que a veces no tenemos .en cuenta [Mt 18, 23-35). Somos hombres Es necesario recordar que Dios a.ctúa antes, du– rante y después de toda obra sobrenatural. Sería pelagianismo atribuir al hombre cualquier tipo de iniciativa, sustitutora de la obra divina. Al hom– bre sólo le corresponde secundar (actuar en se– gundo lugar), responder, colaborar, nunca sustituir. La acción de los hombres y de la jerarquía en la Iglesia no es para ocultar a Dios sino para re– velar y descubrir su prese·ncia, no interferir. Dios es insustituible. Así Pedro y Juan en la curación del tullido: "¿Por qué nos miráis fijamente como si por nuestro po– der o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?" (Hech 3, 12). Que sea Dios quien figure, la gloria le corresponde a El, no a nosotros, que somos hombres como los demás. 37
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz