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Cristo ha insistido muchas veces que la autori– dad es un servicio (Mt 20, 25-26; Me 9, 35; Jn 13, 4-15), como aps:ti-ece claramente en la imagen del pastor que veremos enseguida. la función pastoral. Es otro poder que Pedro recibe, o tal vez el mismo poder con otra metáfora: "Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). Nuevamente podemos constatar que la figura del Pastor se la aplica Cristo a sí mismo y no te– nemos ningún indicio de que El deje de ser pastor al pedirle a Pedro ese servicio. Pedrn será pastor al servicio del Pastor supremo, y él mismo lo re– conoce: "Erais como ovejas descarriadas pero aho– ra habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas" (1 Pe 2, 25). "Cuando aparezca el mayoral, recibiréis la coron.a de gloria que no se marchita" (1 Pe 5, 4). En efecto, Cristo afirma de sí mismo: "Yo soy el buen Pastor" (Jn 10, 11). "Yo soy el buen Pas– tor y conozco mis ovejas ... habrá un·solo rebaño y un solo Pastor" (Jn 10, 14-16). Es significativa esta insistencia en un solo Pastor, que si bien ad– mite pastores subalternos, excluye otro tipo de pastor absoluto fuera del mismo Cristo. Pues bien, la actitud de este Pastor único y supremo es de servicio, de dar la vida por sus ovejas (Jn 10, 11) y no de aprnvecharse de ellas. ¡Cuánto más no deberán hacer lo mismo los otros pastores subalternos! (Jn 13, 15-16). Pedro reconoce la existencia del Príncipe de los pastores, y también de otros pastores colabo– radores, a quienes escribe: "Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no for– zados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo mo¡:!elos de la grey" (1 Pe 5, 2-3). Después de veinte siglos de cristianismo, es pre– ciso recordar la profecía de Ezequiel: Yahvéh se ha 35

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