BCCCAP00000000000000000000490
to" pero sobre Cristo: "Ya no sois extraños y fo– resteros, sino conciudadanos de los santos, edifi– cados sobrn el cimiento de los apóstoles y profe– tas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva has– ta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edifi– cados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu" (Ef 2, 19-22). Siguiendo la metMora, San Pedro nos Hama a todos los cristianos piedras vivas: "Tam– bién vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual" (1 Pe 2, 4). Se trata, indudablemente, de una analogía, en la que no se puede establecer una igualdad total. La misión de Pedro no puede ser exactamente como la misión de los otros apóstoles, o la de cualquier cristiano, pero tampoco puede equipa- 1·arse a la de Cristo. la función de Dios y la de Cristo continúa siendo única e insustituible. Potestad a:!e enseñar Del mismo modo hemos de entender las otras expresiones paralelas atribuidas a Cristo y a los Apóstoles. Ciertamente se les ordena: "Enseñad a todas las ge,1tes" (Mt 28, 18). Ciertamente se les dice: "Vosotros sois luz del mundo" (Mt 5, 14). Pero también Cristo dijo de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo" [Jn 8, 12 y 9, 5). Es obvio que Cristo es luz original, por ser Dios, luz que tiene la fuente en sí mismo, mientras que los demás deberemos ser reflejos de esa luz, luz derivada y en ningún modo luz fontal. El magisterio de los apóstoles no puede suplir el magisterio de Cristo y e! que éste perpetúa a través del Espíl'itu Santo. En rigor, no debería– mos emplear el calificativo de maestros para los Apóstoles, puesto que Cristo nos advirtió: "Vos– otros no os dejéis llamar Rabbí, porque uno solo es vuestro Maestro. . . Ni tampoco os dejéis lla- 32
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz