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nunca una absorción, por el hombre, de poderes divinos. Analicemos más detalladamente cada uno de los aspectos de los poderes eclesiales. A lo largo del libro destacamos repetidamente esta idea. Roca y fundamento En los salmos este título se da en exclusiva a Dios: "Sólo El es mi roca" [Sal 61, 7). Y en los profetas encontramos la misma referencia: "He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviera fe en ella no vacilará" (Is 28, 16). En el nuevo Testamento hay una trasposición de esta función a Cristo: "La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en piedra an– gular; fue el Señor quien hizo esto y es maravi– lloso a nuestros ojos" (Mt 21, 42). Dice San Pa– blo: "Bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (1 Co 10, 4). San Pedro in– siste: "Acercándoos a El, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios" (1 Pe 2, 4). La conclusión paulina es taxativa: "Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo" (1 Co 3, 11). Y de nuevo Pedro: "Por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por .el que nosotros debamos salvarnos" (Hech 4, 10-12). En este contexto neotestamentario en que el Hijo de Dios aparece como el único fundamento y piedra angular, hemos de colocar la promesa de Cristo a Simón: "Tú eres piedra y sobre esta pie– dra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). No puede en– tenderse de una sustitución, sino simplemente de una subsidiaridad colaboradora. A todos los profe– tas y Apóstoles se les llama también "fundamen- 31
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