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flere a la costumbre de llamar con el título de Abba a personas de respeto, a personas mayores. Los discípulos no deberán seguir esta costumbre, porque sería abusar de esta palabra. El quería que el honrar con el nombre de "padre" fuese algo que quedara reservado para solo Dios. Esta prohibición muestra de qué respeto iba acompañada, para Je– sús, la invocación divina "Abba" (3). Sentido de la paternidad divina Ultimamente se ha venido criticando y depurando la religiosidad basada en la dependencia filial del Padre. Ha sido sobre todo Freud quien ha insistido en ello. El complejo de Edipo, escribió, es el nú– cleo de la religiosidad. El enamoramiento del niño por su madre y el odio hacia su padre es el cen– tro de una actitud. El padre, sin dejar de ser un ad– versario, se experimenta como un ser protector. El hombre en la prolongación de su infantilismo sigue necesitando de un padre. Surge la religión. "El Padre providencial no sería más que una crea– ción del mecanismo optativo del hombre" (4). No vamos a entretenernos en refutar a Freud. Otros lo han hecho válidamente, aunque no es cuestión de echarlo todo en saco roto. Solamente subrayamos que en el concepto de Dios Padre no hemos de ver referencia alguna a la sexuadidad. Paternidad en este sentido no se contrapone a maternidad. El mismo Cristo nos habla de Dios como una mujer que se alegra de encontrar la moneda perdida (Le 15, 8) o que amasa la harina con la levadura para que fermente (Mt 13, 33). "El Dios único no puede, y hoy menos que nunca, ser visto a través de la falsilla de lo viril paterno, como tantas veces ha hecho una teología excesi- (3) JEREMIAS, Teofogfa riel Nuevo Testamento, pág. 87. (4) GARCIA CABERO, Freud o /a lrrefigfos/dad Imposible. (Estalla, Verbo Divino, 1976) pág. 84. Es Interesante toda esta sección: La venera– ción del padre, definición de la religiosidad. Cfr. también MANA– RANCHE, Creo en Jesucristo hoy. (Salamanca, Sigueme, 1973) capi– tulo 13: La slmbologfa del Padre. 23