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tados vamos pei-cibiendo en nuestras organizacio– nes eclesiales. Se marchan los pobres, los obreros, la juventud. Unicamente los ricos se sirven de la Iglesia para sus fines. Entonces ¿qué queda de la Iglesia de Cristo? "También en el tiempo presente subsiste un resto elegido por gracia" (Rm 11, 5). Nos queda una esperanza. Pero la esperanza no significa cru– zarse de brazos. Porque esperamos, luchamos. Nos llaman rebeldes, desobedientes, herejes. "Nada nos separará del amor de Cristo" (Rm 8, 35-39). 195

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