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¡Paso a la juventud! El fenómeno sociológico de la juventud no se puede ignorar por más tiempo. En las civilizacio– nes últimas, la edad de la jubilación se anticipa. Sin despreciar la tercera edad ni su experiencia, se hace imprescindible dar paso a la juventud. Per– sonas físicamente juveniles, con la elasticidad propia de la edad, con su capacidad de compren– sión de formas nuevas, sin arterioesclerosis de tradiciones y costumbres, y también con sus ries– gos inevitables de tanteos y equivocaciones. En Los Negrales se gritó: ¡Paso a la juventud! Ciertamente no éramos originales. El Concilio Va– ticano II terminaba sus tareas con un mensaje a los jóvenes: "Sois vosotros los que váis a recibir la antorcha de manos de vuestros mayores y a vi– vir en el mundo en el momento de las más gigan– tescas transformaciones de su historia. Sois vos– otros los que, recogiendo lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de vuestros padres y de vues– tros maestros, vais a formar la sociedad de ma– ñana; os salvaréis o pereceréis con ella ... En el nombre de Dios y de su Hijo, Jesús, os exhorta– mos a ensanchar vuestros corazones a las dimen– siones del mundo, a escuchar la llamada de vues– tros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías. Luchad contra todo egoísmo. Negáos a dar libre curso a los instintos de la violencia y de odio, que engendran las gue– rras y su cortejo de males. Sed generosos, pu– ros, respetuosos, sinceros. Y edificad con entu– siasmo un mundo mejor que el de vuestros mayo– res. La Iglesia os mira con confianza y amor" (11). Y no éramos unos cuantos revoltosos los que en el encuentro de Los Negrales abogábamos por esta vía libre para los jóvenes. El Consejo plenario de la Orden reunido en Quito había establecido es– tas orientaciones que todos deberíamos. moral– mente, tener en cuenta: "Los superiores mayores y locales ofrezcan a los hermanos jóvenes la posi- c11) Mensa/e del Concl/Jo a la human!ded. 192

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