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vez mayor con el mu,~do: "¿No puede re– procharse al monaquismo haber enseñado y prac– ticado el error de que, para favorecer nuestras re– laciones con Dios, es preciso extenuar nuestras relaciones con nuestros hermanos y renunciar al uso pleno de nuestras facultades?, ¿no preconiza que ciertos ejercicios religiosos (soledad, obedien' cia, ayuno) son medios más eficaces de unión con Dios que la vía del amor fraterno? Esta desviación no fue condenada; además, ha evolucionado en la esfera cristiana desviándose insensiblemente de su proyecto original: los ermitaños fueron reemplazados por los cenobitas; éstos cedieron el puesto a los hermanos predicadores, a los her– manos menores y a los jesuitas que abandonan el oficio coral (el culto de Dios) y la clausura por el apostolado directo; después aparecen los ins– titutos seculares, cuyos miembros permanecen en el siglo; se anuncia la creación de órdenes religio– sas de personas casadas. Muy pronto "el religio– so" se convertirá plenamente laico y el laico se descubrirá plenamente cristiano. Se comprenderá que si es bueno agrupar a los creyentes (y a los incrédulos) con vistas a actuar en el mundo, estas distinciones son secundarias y serán siempre pro– visionales. Entonces el cristianismo habrá triun– fado en su revolución religiosa: crear adoradores, no ya en lugares aislados, dentro de castas o es– tados de vida particulares, sino por todas partes y en todo tiempo, en espíritu y en verdad" (9). Na– turalmente a todo esto hay que añadir que se va hacia una liberación de tanta rúbrica y norma que regula hasta el mínimo nuestra oración. El Mani– fiesto de la libertad cristiana proclama: "Los cris– tianos tienen derecho a celebrar la Eucaristía con autenticidad". "Todos los cristianos son libres pa– ra orar" {10). {9) EVELY, o.e., pp. 112-113, {10) Manifiesto de la libertad cristiana, pp, 129 y 135. 191
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