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de muchas personas que esperan que Dios are sus tierras, resuelva sus negocios, mientras ellos se refugian en la oración. Se corre el peligro de una religiosidad sustitutiva, alienante. San Isidro es bueno porque hace oración; su patrono es malo porque le exige el cumplimiento de su contrato de trabajo. Dios confirma la bondad de Isidro con la intervención angélica. Pero en el mundo secularizado se da una inver– sión de valores, un cambio de mentalidad, una conversión. Isidro será un buen hombre sin ne– cesidad de dejar su trabajo, sino precisamente cumpliendo sus tareas. Su oración será el cumpli– miento de su deber. Y lo estupendo, lo maravilloso es que el hombre pueda arar sus tierras sin nece– sidad de milagros, sin que ángeles celestiales fa– ciliten al hombre que descuide sus obligaciones. Estamos ya en un mundo secularizado. El reli– gioso, el sacerdote, el cristiano no ha de hacer de su religión un privjlegio o un eximente de sus obligaciones de ciudadano terrestre, de auténtico hermano de todos los hombres. Hay que arrimar al hombro. Hay aue trabajar. Recuerdo haber leído que la escritora y gran tenista Lilí Alvarez cuando contaba treinta años experimentó una reconversión. Trata de ingresar en la Acción Católica, pero se le dice que, si pretende continuar jugando al tenis, no podrá ha– cerlo con las pantorrillas al aire. Por lo visto el deporte y la religión estaban enfrentados. De esa crisis brotó su libro "Plenitud" en el que reafirma su tesis de que el ejercicio deportivo limpio es en sí un acto especial de creencia. Afortunada– mente esas formas de piedad han sido superadas. Ahora tenemos que prepararnos para un nuevo tipo de religiosidad. Nuevo tipo de religiosidad Voy a transcribir parte de un artículo en el que un jesuita describe gráficamente cómo piensa que 186

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