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el sentido de id vida presente y futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo draM mático que con frecuencia lo caracteriza" (1). Miremos al futuro. V sobre todo, preparémonos para el futuro. Un mundo secularizado Este es el mundo que se nos avecina. Que ya está aquí. la secularización es un fenómeno sufi– cientemente estudiado. Podríamos describirlo co– mo un proceso de afirmación del hombre, con una visión del mismo hombre, de la sociedad y del mundo como autónomos, es decir, entendidos por sí mismos, con abstracción ele lo divino. Esta abs– tracción no es negación de Dios, pues en tal caso ya sería "secularismo", "ateísmo". El hombre tiene que ser hombre, el mundo tiene que ser mundo, ésa es la voluntad de Dios. El hombre y el mundo deben regirse por las normas intrínsecas a su na– turaleza. "Todas las realidades que constituyen el orden temporal: bienes de la familia, la cultura, la economía ... no son sólo medios para el fin (dti– mo del hombre, sino que tienen, además, un va– lor propio, puesto por Dios en ellas" (2). En siglos pasados la religión tuvo su función en una cultura estable, orientada hacia el pasado. Hoy, dados los cambios de la humanidad, la reli– gión se ve obligada a orientarse hacia el futuro enfrentándose a un mundo industrial y urbanizado. El mundo rural va perdiéndose. la Iglesia pierde funciones que venia ejerciendo hasta ahora: en– señanza, hospitales, hospicios, comedores de po– bres, etc ... Estas funciones las va asumiendo el Estado. El campo de la religión va quedando redu– cido, porque la técnica va encontrando soluciones. Contra la sequía de los campos, ya no es preciso recurrir a una procesión de rogativas. Se puede (1) Gaudlum et Spes, n9 4. (2} Apostof/cam actuosltatem, n9 1. 182
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