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XIV MIRANDO AL FUTURO "Olvido lo que dejé atrás y me lan– zo a lo que está por delante". (Fil ~. 13). En una ocasión se le acercaron a Jesús los fa– riseos y seduceos pidiéndole una señal celeste, para ponerle a prueba. Pero Jesús se negó a dar– les una señal extraordinaria. "Al atardecer decís: Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego; y a la mañana: Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío. ¡Conque sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir las señales de los tiempos!" (Mt 16, 2-3). ¡Cuántas veces se nos han acercado personas de buena fe, jerarquía eclesiástica, superiores, her– manos, pidiéndonos señales celestiales!: "Si fue– ra verdad lo que decís, vuestra conducta sería dis– tinta. Seríais santos, no habría defecciones ... No adivinamos el futuro pero podemos leer los s•gnos de los tiempos. Esto es lo que nos pide el Jeñor. Los signos de los tiempos entrañan una am– o[valencia, se pueden usar bien o se pueden usar mal. Pero conocerlos siempre será un dato positi– "º· Es como diagnosticar una enfermedad: se po– drá curar o no, pero el diagnóstico es ya de suyo una ventaja. Se trata de discernir los signos de los tiempos. V esto en el fondo es lo que se propuso el Concilio Vaticano 11: "Es deber permanente de. la Iglesia es– crutar los signos de la época e interpretarlos a la luz del evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre 181
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