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Asís, que cuando veía a un hombre educado y cor• tés, quedaba prendido de su persona y lo consi– deraba apto parn la vida de fraternidad: "Has de saber que la cortesía es una de las propiedades de Dios, que por cortesía da el sol y la lluvia a jus– tos e injustos, y es hermana de la caridad, que apaga el odio y fomenta el amor. Ahora que he conocido tanta virtud divina en este buen hombre, de buena gana lo quisiera por compañero" (4). Es curioso como el Vaticano 11 ha recogido tam– bién este aspecto humano que quiere verlo refle– jado en sus sacerdotes: "Busquen atraer las ove– jas que no pertenecen todavía a este redil ... Mu– cho ayuda para conseguir esto las virtudes que con razón se aprecian en el trato social, como son la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza del alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia, la urbanidad y otras cualidades que re– comienda el Apóstol Pablo cuando escribe: "Pen– sad en cuanto hay de verdarero, de puro, de jus– to, de santo, de amable, de laudable, de virtuoso, de digno de alabanza" (Fil 4, 8) (5). Y esto mismo lo repite en el decreto sobre la formación sacerdo– tal: "Aprendan a apreciar las virtudes que más se estiman entre los hombres y que recomiendan al ministro de Cristo, como son la sinceridad de alma, la preocupación constante por la justicia, la fidelidad en las promesas, la urbanidad en el ob~ar, la modestia unida a la caridad en el hablar" (6). El gesto de María para con los esposos de Caná: "No tienen vino" (Jn 2, 3). c) "El trabajo como servicio a los demás". Nues– tra opción es por el trabajo como medio de vida y como servicio a los demás. Sabemos que los ministros viven del·. templo, y que los que sirven al altar, participan del altar. "Mas yo de ninguno de esos derechos he hecho uso" (1 Ca 9, 9-15). Respetamos a los que quieran vivir del altar, pero (4) Florecllfas de S. Francisco, parta 1, cap, 36. (5) Presbyterorum Ordinls, n~ 3. (6) Op!Dlam totius, nQ 11. 178