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En Los Negrales coincidimos en un principio ge– neral: "Seremos testimonio ante el mundo de hoy más con nuestra vida que con nuestras palabras". Desconfiamos de las palabras humanas cuando no van acompañadas del testimonio de la propia vida: "Dicen y no hacen" [Mt 23, 3). acusaba Cristo a los escribas y fariseos. El testimonio de la propia vida implica unas cuantas actitudes que resaltamos en el manifiesto de Los Negrales: a) "la disponibilidad de todos los dones y cua– lidades de cada uno". No hay que enterrar los ta– lentos· que Dios nos ha dado (Mt 25, 14-30). Es un error, una falsa humildad, renunciar a las cuali– dades recibidas de Dios o acapararlas para uno mismo y no ponerlas al servicio de los demás, Se– ría una apropiación indebida, un pecado contra la pobreza fundamental del hombre, contra la justi– cia social, contra la caridad fraterna. Todos nos necesitamos mutuamente, y de la policromía de las diversas funciones surge la riqueza de la· uni– dad y pluriformidad del pueblo de Dios y del Cuer– po Místico de Cristo. "El mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros profetas; a otros evangelistas; a otros pastores y maestros, para el recto ordena– miento de los santos, en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4, 11-13). Toda persona tie– ne derecho a la cultura, a una formación que se prolongue toda la vida. No nos satisface la fe del carbonero ni el mantener a nadie en la esclavitud de la ignorancia para poder explotarlo a nuestro antojo. b) "nuestra vida fraterna parte de la cortesía humana, expresada en rasgos de convivencia abier– ta, sincera y marcada por la caridad". La caridad no debe estar reñida con la cortesía y las buenas maneras. En esto enlazamos con Francisco de 177 12 Liberac!óll de la vida religiosa
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