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que era imposible a la Ley, reducida a la impoten– cia de la carne. . . Así los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no es– táis en la carne, sino en el Espíritu ... Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios" (Rm 8, 3-14). "Pues no todos los descen– dientes de Israel son Israel, Ni por ser descendien– tes de Abraham son todos hijos ... es decir, no son hijos de Dios los hijos según la carne" [Rm 9, 6-8). El pensamiento es tan reiterativo en el Nuevo Testamento que no merece la pena insistil-: "A todos los que recibieron la Palabra, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios" [Jn 1, 12-13). "El que no nazca de lo alto, no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3, 3). "Lo na– cido de la carne, carne es; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn 3, 6) "No te asombres que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto" (Jn 3, 7). "El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para na.da " (Jn 6, 63). "Os digo esto, hermanos: la car– ne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos" (1 Co 15, 50). la generación del Hijo En la vida trinitaria, la generac1on del Hijo es un proceso en eI que no interviene ni la carne ni la sangre. Es como la producción de la idea en la mente, que decían los Escolásticos. La generación del Hijo en la carne (no según la carne) va a se– guir un proceso del todo espiritual. ¿Cómo los hombres vamos a nacer de lo alto? Es la pregunta que se hacía Nicodemo: "¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?" (Jn 3, 4). Dios ha buscado un modelo, el prototipo de la repro– ducción del hijo: la maternidad de una mujer, Ma– ría. Una maternidad no según la carne, la carne es impotente para reproducir la imagen del Hijo, sino según el Espíritu: "El Espíritu Santo vendrá sobre 173

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