BCCCAP00000000000000000000490

edad, el laico. Eso es un atentado contra la fra– ternidad; es la promoción de una esclavitud men– tal, mantenimiento de un estado de inferioridad nada evangélico. Hay que realizar ese crecimien– to de que nos hablaba San Pablo (Ef 4, 15). llegar a esa religiosidad "en espíritu y verdad" (Jn 4, 23). que anunció Cristo. Hay que llegar a que todos los hombres obren según conciencia, en una doci– lidad plena al Espíritu y no a merced de los pro– pios caprichos humanos. Hay que lograr el respeto profundo a toda persona humana y permitirle una actuación consecuente con sus creencias, tal co– mo lo expone la declaración "Dignitatis humanae" del Vaticano 11. Algunos quieren evitar los riesgos que implica el tomar decisiones en conciencia y prefieren caer en el error de un in/anti lismo des– personalizador. Es preciso afrontar la libertad de espíritu con serenidad y gozo. Ciertamente la libertad humana tiene sus lími– tes, límites que se pueden concretar en las exi– gencias del amor a Dios y al prójimo. Pero quizás en la Iglesia nos hemos complicado la existencia con tantas normas, prescripciones y mandamien– tos, que a veces se llega a sentir una sensación de ahogo. La misión del profesor es hacerse i,1útii. Que el alumno llegue a poder desenvolverse por sí mismo sin tener que recurri1· constantemente a sus profesores. La misión y satisfacción del clero sería logra1· la autonomía de los seglares, en una mayoría de edad. Pero damos la impresión de que queremos tener a los fieles sometidos en una de– pendencia total del estamento clerical. Y nos pa– rece que somos insustituibles y que todo se des– moronaría si dejáramos a los fieles que tomaran sus propias decisiones. Quiero una Iglesia de hermanos en Cristo Je– sús, una Iglesia de hombres adultos, con la libertad que nos trajo Cristo. Esta es la Iglesia que vislumbrnmos y por la que nos comprometimos a luchar un grupo de religio– sos en el encuentro de Los Negrales. 169

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz