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Una autoridad mal entendida se opone a la ver– dadera fraternidad. "A nadie llaméis Maestro so– bre la tierra, porque uno solo es vuestro Maestro, Cristo" [Mt 23, 8). ¿Nació de aquí esa inquina del santo a los estudios, a los libros, etc ... que aflo– ra en sus escritos y transmiten sus biógrafos? "Los que no saben letras no cuiden de aprenderlas pero miren que sobre todas las cosas deben de– sear tener el espíritu del Señor" [25). La autoridad, lo hemos visto ya, no ha de ser imposición, opresión, dominio, sino servicio y mi– noridad. "No os dejéis llamar Directores, porque uno solo es vuestro Director, Cristo. El mayor en– tre vosotros será vuestro servidor" [Mt 23, 10-11). Todos hermanos, todos menores, buscando el último puesto. De esto, que es el a b c del evan– gelio, no están eximidos ni el Papa ni los Obis– pos ni los sacerdotes; precisamente ellos son los que deben brillar por su voluntad y actuación de servicio. Es el nuevo orden promulgado por el Señor: "Sabéis que los que son tenidos como je• fes de las naciones, las dominan como señores absolutos, y su,~ grandes las oprimen con su po– der. No ha de ser así entre vosotros" [Me 10, 42-43). La misma pobreza es una consecuencia de esta hermandad. La riqueza puede ser usurpación de lo que le corresponde al pobre. En Francisco en– contramos constantemente este valor relativo de los bienes. No quería pedir limosna cuando no te– nía necesidad, esto lo consideraba un robo [26) y se avergonzaba cuando veía a otro más pobre que él [27). La fraternidad exige una distribución equitativa de los bienes, y la pobreza [eliminación de superfluidades, lujos o caprichos cuando otros carecen de lo necesario) es una aportación muy positiva y valiosa a la solución de los problemas sociales y económicos del mundo. {25) Regla segunda, cap. 10. {26) Espejo de perteccfón, cap. 2. {27) Espefo de perfección, cap. 2. 163

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