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co insiste con una parábola de su invención, la del rey desposado con una joven pobre, cuyos hijos sustentará a la propia mesa (17). El Papa termina autorizando su forma de vida. El Ostiense pretende promover a los frailes a las dignidades eclesiásticas, pero Francisco se opone: "Si queréis que hagan fruto en la Iglesia de Dios, conservadlos en el estado de su propia vocación" (18). Es elocuente el hecho que le ocurrió con el Obispo de !mola. Se ve la fidelidad al Obispo y al mismo tiempo su modo de entender la obedien– cia, que nada ti&ne que ver con la actitud del ca– dáver. Al pedirle Francisco licencia para predicar, objetó el Obispo: "Basta, hermano, que predique yo a mi pueblo". Inclinó la cabeza Francisco y sa– lió resignadamente. Transcurrida una hora escasa, entró de nuevo. Prnguntó el Obispo: "¿Qué quie– res, hermano?" S. Francisco contestó: "Señor, si el padre cierra una puerta a su hijo, éste debe en– trar por la otra". Vencido el Obispo por tanta hu– mildad, le abrazó y le dijo: "Tú y todos tus reli– giosos en adelante podréis predicar con general aprobación en todo mi obispado" (19). He aquí la supuesta oposición entre la institu– ción y el carisma. Es Dios mismo el que quiere perfeccionar la institución y para ello promueve el carisma. La Iglesia debe ser dócil al Espíritu y escuchar la voz que le llega a través de estos profetas. Lo mismo que cada hombre a su vez debe ser fiel a la voz de su conciencia. En este aspecto Francisco fue respetuosísimo con cada pei-sona y lo que el Espíritu pudiera pedirles: "Los frailes que son Ministros y siervos de los otros frailes, los visiten y amonesten, no mandándoles cosa alguna que sea contra su alma y nuestra re– gla. Más los frailes que son súbditos obedezcan en (17) S. BUENAVENTURA, leyenda, cap, 3. (18) S. BUENAVENTURA, Leyends, cap 6. {19) CELANO, Vida segunda, cap. 15. 160

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