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2) Fidelidad al ideal Es necesario compaginar la fidelidad a la Igle– sia con la fidelidad al ideal. Si se renuncia al ideal, no hay posibilidad alguna de renovación. Callarse y claudicar es dejarse llevar por lo que hacen to– dos, y de este modo no hay reforma posible. Esto es lo difícil y lo que hace sufrir: ser fiel a la Igle– sia pero luchar con ella para hacerla mejor. Las frases con que exalta S. Francisco la obe– diencia llegan a ser a veces excesivas. Reflejan la mentalidad de su época y es preciso saberlas entender. Así la obediencia del cadáver [13), o que no hay nada imposible para la obediencia [14). "Y aunque el súbdito viere cosas mejores y más ventajosas para su alma que las que el pre– lado le manda, sacrifique al Señor su voluntad ... Pues ésta es obediencia verdadera y caritativa, que agrada a Dios y al prójimo" (15). De hecho S,,n Francisco no obró así. Supo In– sistir y hacer ver la verdad de sus exigencias. Cuando el Obispo de Sabina, Juan de S. Paulo, re– celoso de la novedad que propugnaba Francisco, pretende que abrace la vida monástica o eremítica. Francisco se niega en redondo (16). No quiso sa– crificar su voluntad, o mejor dicho, no quiso ser infiel al Espíritu que le exigía esa innovación. En la curia romana los cardenales se oponen a los deseos de Francisco, porque aquello les pare– ce superior a las fuerzas naturales. Pero Francis- (12) Avisos esplr/tuales: Tercero. (13) Espejo de perfección, cap. 4. (14) Espe/o de perfección, cap. 4. (15) Avisos espirituales: Tercero (16) CELANO. Vida primera, cap. 13. 159
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