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Dios. Por ejemplo, las personas dedicadas a la enseñanza, o las enfermeras, es natural que sien– tan la necesidad de cambiar de ambiente de vez en cuando, disfrutar de un fin de semana libre, de tomarse unas vacaciones de descanso. Comenta un autor: "La religiosa dedicada a la enseñanza co– mienza el día temprano con la asistencia a Misa y a la meditación. Es corriente que tenga que ayudar a la limpieza del convento antes ele comen– zar las clases, o apresurarse a ir a casa después de las clases para preparar la comida para la co– munidad. Además ha de ingeniarse para buscar ex– tratiempos para enseñar música o arte o clases extras de religión. Durante el verano, con fre– cuencia imparte instrucción religiosa, asiste a clase de perfeccionamiento durante el tiempo más caluroso, y luego hace en retiro sus ejercicios espiritual es de año para acabarlos justamente cuando ha de comenzar sus arduas tareas habitua– les. La religiosa que es enfermera no corre mejor suerte. . . Y lo peor es que su trabajo puede no haber terminado, pues sus deberes pueden exigirle horas de noche. La religiosa encargada de los quehaceres domésticos en la comunidad, con fre– cuencia precisa un número de horas y dedicarse a unos menesteres que no los cumplen ni los cria– dos de condición más inferior. Aun durante la no– che les incumben ciertas obligaciones, y carecen de tardes libres en que puedan ver la televisión; incluso ni tienen la oportunidad de retirarse a su habitación a descansar, ni para sentarse cómoda– mente, cerrar los ojos y reposar unos minu– tos" (5). Aun admitiendo que se han recargado las tintas en la descripción, hay una base de verdad. No es posible la alegría sin un sustrato humano de ne– cesidades mínimas cubiertas. Satisfacer estas ape– tencias humanas no es malo. Si es preciso, será necesario dejar ciertos compromisos para que los religiosos vivan una vida más racional. Aquí está (5) MCALLISTER, Conflictos en las Comunidades rellulosas. (Santander, Sal Terrea, 1971} pág. 85. 152