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padecimiento de sus criaturas. "Aunque distribu– yese todos mis bienes entre los pobres y entre– gase mi cuerpo a las llamas, si no tuviera cari– dad, de nada me sirve" (1 Ca 13,3). Las bienaven– turanzas no son una invitación a la renuncia por la renuncia. Lo que intentan es conducir al hom– bre a la plenitud del amor. Hay que amar hasta el grado más alto, y en este camino nos encontra– mos -no es necesario buscarlos- la cruz y el sufrimiento. Dijimos antes que la penitencia no es simple– mente sufrimiento, sino cambio de mentalidad y de afecto. Por eso la penitencia es gozo. Comenta un acreditado exégeta: "La penitencia es poder regresar al hogar paterno. Se oye de lejos el jú– bilo de los que danzan de alegría: un hijo perdido ha encontrado el camino de regreso a la casa pa– terna (Le 15, 25). Un muerto ha vuelto a la vida, una de las ovejas del rebaño, que se había extra– viado, ha sido hallada (vv. 24.32). Esta nota de go– zo se expresa sin cesar en las imágenes que Je– sús utiliza para describir la conversión. Convertirse es ponerse el vestido de boda (Mt 22, 11-13) ... La conversión es una cabeza ungida de aceite (Mt 6, 17) no como una nueva forma de hipocre– . sía sino como una expresión de gozo por el don de la salvación. Puesto que la penitencia es gozo. vemos en Me 2, 15 s. que Jesús celebra con los que se convierten un convite de alegría" (3). Luego ni siquiera bajo pretexto de penitencia debemos fomentar el sufrimiento o la tristeza. Eso es una deformación de la imagen de Dios. Si los Apóstoles "salían gozosos del Sanedrín, por haber sido dignos de ser ultrajados por tal nombre" (Hech 5, 41) no es porque encon– traran placer en los malos tratos físicos, sino por– que su amor y fidelidad se habían mantenido fir– mes más allá de los tormentos. Y la misma inter– pretación hemos de dar al capítulo de la perfecta alegría en que Francisco de Asís exhorta al Fr. (3) JOACHlM JEREMIAS, Teología del Nuevo Testamento, (Salamanca. Sígueme,1974) vol. l. pág. 188. .149