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ra todo el pueblo: Os ha nacido un Salvador (Le 2, 10-11). Ante el pánico de los Apóstoles viendo a Jesús caminar sobre el mar: "Tranquilizaos; soy yo, no tengáis miedo" (Mt 14, 27). A todos sus oyentes trata de infundirles la serenidad de espí– ritu y la confianza en nuestro Padre Dios: "¿No se venden dos pájaros por un as? Y sin embargo ninguno de ellos cae en tierra sin el consentimien– to de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis; vosotros valéis más que una bandada de pájaros" (Mt 10; 29-31). A Pedro, Juan y Santiago, aterrorizados por la voz de. Dios en el monte Tabor, Cristo les so– siega: "Levantaos y no temáis" (Mt 17, 7). Du– rante su vida mortal, ésta ha sido una de sus ideas dominantes: "No temáis, pequeño rebaño" (Le 12, 32]. "Venid n mí todos !os que estáis cansados y oprimidos, y yo os alivia.ré" (Mt 11, 28). Igualmente las apariciones.de Jesús resucitado ofrecen siempre la contraseña de su paz. "No te– máis" (Mt 28, 1O), dice a las piadosas mujeres. Y a sus Apóstoles: "La paz sea con vosotros" (Le 24, 36). Frente a todos estos pasajes y otros muchos que podríamos citar, que intentan eliminar el miedo y las preocupaciones, hay otra serie de textos in– vitando positivamente a la álegría y al gozo. Las bienaventuranzas son un canto a la dicha y a la felicidad en medio de las circunstancias más ad– versas: "Dichosos los pobres, dichosos los man– sos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los per– seguidos", para terminar con una exhortación que nunca deberíamos olvidar: ''Alegraos y regocijaos" (Mt 5, 3-12). En el mismo sermón de la montaña hay una de– nuncia de los que so pretexto de una mayor pe– nitencia, fingen tristeza: "Cuando ayunéis, no os pongáis tristes, como los hipócritas" (Mt i, 16). Las parábolas nos describen la vida eterna co– mo un mar de gozo que nos iríunda"rá por todas 143
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