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nores, pero de nada nos serviría esta considera– ción si luego como grupo o como Iglesia nos con– sideramos mayores. Son conceptos distintos, ciertamente, ya que mayoría-minoría se refieren directamente al nú– mero, y mayores-menores hacen referencia al des– arrollo personal y a la actitud de supremacía o de servicio respectivamente. De todos modos, no es– tán completamente desvinculados y creo que me– rece la pena destacar esa conexión que existe entre ser una minoría y la conciencia de servicio y minoridad. Una puede ayudar a la otra. Principio de unidad Hablando de homogeneidad, y de la unidad que debe reinar dentro de un grupo, se impone el tema de aclarar cuál es el principio de esa unidad. En el encuentro de Los Negrales se vio clara– mente que el diálogo no era vlable entre la mayo– ría y la minoría de los Religiosos de la Provincia. No nos entendíamos porque usábamos distinto len– guaje. Recuerdo que lo comentamos en un des– canso de pasillo entre dos reuniones: empleamos los mismos términos pero con un contenido diver– so. Cuando decimos "Dios" unos piensan en algo muy distinto de Jo que piensan otros. Alguien pu– do escribir un libro titulado "El Dios en quien no creo" (7). Con la palabra "unidad" ocurre lo mismo. Pero esto no solamente en Los Negrales, sino en la mis– ma Iglesia universal. "Partimos de un hecho com– probado: las divisiones de la Iglesia afectan a la misma concepción de la unidad. De esta forma, los cristianos que rezan por la unidad, no rezan por Ja,misma cosa" (8). Tengo presente la unidad como nota de la Igle– sia, tal como se explicaba en los manuales de teo- (7) JUAN ARIAS, El Dios en quien no creo. (Salamanca, Sfgueme, 1974]. (B} JULIES GIRARDI, Cristianismo y liberación del hombre. {Salamanca, Sfgueme, 1975) pág 194, 136

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