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bilidad de nuevas opciones: Observantes, Conven– tuales, Capuchinos, Terciarios Regulares. Todos franciscanos pero con sus peculiaridades. Es una nueva homogeneidad más reducida dentro de la que ahora se ha convertido en homogeneidad envol– vente. Y así el proceso puede seguir en espiral hacia una convergencia cada vez mayor, en una homogeneidad más íntima y estrecha. En todo este proceso observamos un fenómeno curioso: que lo que en un principio era una homo– geneidad reducida, luego se convierte en una ho– mogeneidad envolvente. Y que la envolvente en algún modo viene a convertirse en cierta hetero– geneidad, y mayoría que aglutina a varias mino– rías. Por ejemplo lo religioso abarca la diversidad de religiones con su gama de variantes, entre las que se encuentra el cristianismo; el cristianismo es otra homogeneidad envolvente que incluye a lo católico. El Cristianismo también puede ser con– siderado como una heterogeneidad frente a la ho– mogeneidad del catolicismo. Y así sucesivamente: dentro de lo católico, lo franciscano; en lo fran– ciscano, lo capuchino, etc ... Esta homogeneidad no se contrapone a los otros círculos envolventes, sino que por lo contrario se interpreta como una realización más fiel y exacta. El capuchino se considera más fiel a lo francis– cano y lo franciscano a lo católico, y lo católico a lo cristiano. Quien busca la homogeneidad redu– cida, va buscando una fidelidad mayor a la homo– geneidad envolvente. Cuando yo me hice capuchino, opté por esa minoría-homogeneidad que para mí realizaba me– jor lo franciscano, lo católico, lo cristiano. Quiere eso decir que hay otras formas de ver lo francis– cano, lo católico y lo cristiano que no me conven– cen o que no se adecúan a mi manera de ser y entender. Pero no por eso desprecio al conven– tual, que fiel a sí mismo, cree realizar mejor lo franciscano, lo católico y lo cristiano. Tengo que respetarlos pero no tengo que imitarlos. Es un derecho de toda persona a buscar y reunirse en 130

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