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Quedó aprobada la homogeneidad. Pero ¿cómo en– tenderla? José M' González Ruiz comentando a San Pa– blo afirma que el Apóstol era reacio a la forma– ción de comunidades monocoloras y que prefería comunidades heterogéneas porque llevan consigo un germen revolucionario. "La formación de co– munidades excesivamente homogéneas desde el punto de vista social, político y económico corre el peligro de suprimir la capacidad conflictiva que lleva consigo inevitablemente la proclamación del Evangelio" (1): González Ruiz habla propiamente de la asamblea litúrgica, no de la vocación de cada uno. La asamblea es más constructiva si se oyen puntos de vista distintos y en eso estamos de acuerdo: Pero para convivir es indudable que se necesita homogeneidad. Para formar un matrimo– nio es preciso congeniar, y no estar discrepando constantemente, porque en ese caso la vida del hogar no sería posible o supondría un enorme sa– crificio que amargaría la propia existencia. La he– terogeneidad que prefiere Pablo y de la que ha– bla González Ruiz es la pluriformidad a la que nos hemos referido en el capítulo anterior. · Homogeneidad envolvente y homogeneidad reducida Hagamos unas sencillas reflexiones sobre la homogeneidad. Es un principio filosófico: "Similis similem quaerit". Sociológicamente cada ser busca a sus semejantes para convivir. Desde el puro orden natural hasta el psíquico o mental. Se agru– pan para defender sus intereses los del mismo gremio: maestros, obreros, escritores. Es la bús– queda de la homogeneidad. Hablando de la Iglesia, tenemos que reconocer que es una homogeneidad, como punto de partida. Es la homogeneidad de un mismo Espíritu: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mis– mo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el (1) GONZALEZ AUJZ, l.'l fraternidad nacida del Evangelio de Jesús, en Misión Bblerta, Junlo'1977, pp. 35_36. 128
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