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UN SOLO SEÑOR "Yo, Yo soy Yahvéh, y fuera de mi no hay otro salvador". (Is 43. 10-11). Cuando nos pusimos a redactar el comunicado de Los Negrales, decidimos establecer unas bases doctrinales con carácter de principios. Todo prin– cipio doctrinal tiene que ser en algún modo evi– dente, como los son los principios metafísicos. "El todo es mayor que la parte" reconocemos, y de ahí pasamos a derivar una serie de conclusio– nes por simple deducción lógica. "Nadie puede poner otro fundamento que el ya ·, puesto" (1 Co 3, 11). Y aunque Pablo se refería J a Jesucri_sto, nosotros vimos la necesidad de re– montarnos al mismo Dios. Era toda una estructu– ra teológica la que queríamos establecer y no que– darnos a merced de sentimentalismos. Dios es el principio, en su simplicidad y en su infinitud, en su inmensidád y en su soledad, en su omnipoten– cia y en su eternidad. Pero indudablemente la idea de Dios encerrado en sí mismo no nos servía. Quien nos interpela es un Dios que nos habla, que nos salva, un Dios para nosotros. Saltaba con fuerza la idea de Dios Padre, un Dios amor, un Dios bondad. lbamos a expresar así el primer punto del comunicado de Los Negrales: Dios es nuestro Padre. Pero no. Alguien exclamó: "Es preciso afirmar antes el señorío de Dios. Podrá parecer una ver– dad fría y dura, pero no podemos pasarla por alto. Las consecuencias son vitales". Y decidimos asentar esta verdad. 11

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