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no significa siempre oposición; las diferencias pue– den ser complementarias, y hay que dejar al Es– píritu que inspira lo más conveniente en cada ca– so. "Hay diversidad de carismas pero el Espíritu es el mismo ... A cada cual se le otorga la ma– nifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12, 4-7). El Magisterio no debe anular la diversidad de .::arismas. La discreción de espíritus floreció en los prime– ros años de la Iglesia, precisamente por esta in– mensa floración de carismas. El mismo discerni– miento de espíritus es un carisma (1 Co 12, 10). Que haya jerarquía entre los diversos dones y que por encima de todos, resplandezca siempre la ca– ridad (1 Co 12, 13 y 14). Hago mía la petición de los autores del Mani– fiesto de la libertad cristiana: "Los cristianos que se entregan a la investigación teológica deben ser respetados y protegidos" (11). Como todo aquel que se entrega a cualquier tipo de investigación de la verdad. No debemos tener miedo a la verdad, venga de donde venga. La verdad, como el sol, no tiene fronteras y luce para todos. Nadie puede acaparar el sol, ni encerrar la verdad en un de– pósito bajo siete llaves. Es hora de terminar con lo totalitario, con lo absorbente, con lo indiscriminatorio. Todos somos diferentes, pero juntos podemos formar una mara– villosa armonía. Con la exaltación excesiva de la autoridad y del magisterio, caemos en el culto de la personalidad, de la figura del jefe y del superior (una especie de idolatría). pero olvidamos el respeto de todas las personas que se encuentran a un mismo nivel. El exagerado aprecio del "ordeno y mando" retie– ne a los hombres en una actitud de puro servilis– mo, deslizándose hacia el desprecio de sí mismo y de los demás. El respeto a los otros hará brotar (11) Manifiesto de la 1/bertad cristiana, pág. 91. San Francisco de Asís había dicho mucho antes: "Y a todos los teólogos y a los que nos administran las santfsimas palabras divinas debemos honrar y reverenciar, puesto que ellos nos administran espíritu y vida" (Testamento). 123