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multiplicidad de palabras ·Carece de eficacia ante Dios (Mt 6,7) y puede ser un obstáculo para que los hombres oigan la Palabra de Dios, que es lo importante. Es posible que todo esto parezca de. una inge– nuidad· enorme. No lo sé. Pero ciertamente respon– de a un sentir bastante común hoy en día. El mejor árbitro, en fútbol y en cualquier otra contienda, es el que pasa desapercibido, sin dar un concierto de silbato. Y admitir una pluriformidad no sólo no perjudica sino que enriquece cuando todos sabe– mos respetar las opiniones de los demás aun cuan– do no las compartamos. Este. era el mínimo de exi– gencia que proponíamos en Los Negrales: que se aceptara formas distintas de las tradicionales. No impongamos cargas inútiles. Se ha pasado del monopolio del latín, lengua muy eclesiástica pero que no comprendía .el pueblo, a la variedad de las lenguas vernáculas. Hoy leemos con. ex– trañeza el canon del Concilio .de Trente:. ''Si al– guien dijere. que. la Misa solamente se debe ce– lebi-ar en lengua vulgar, sea anatema" (9). Basta esta muestra para comprender lo que quiero de– cir. El Magisterio de la Iglesia es necesario. Es un don de .Dios en favor de su pueblo. Pero no lo con– virtamos en una pesada carga, como· si su _·únicO objetivo fuera impedir toda variedad e imponer una uniformidad despersonalizadora. El respeto que tenemos al magisterio nos lleva a suplicarle que no se rebaje en la multiplicidad. de insignifican– cias que quiere determinar con pelos y señales, y que nos. deje a los hijos. de Dfos, como. adultos en el Señor, disfrutar de la libertad que nos trájó Cristo. Es un principio de pedagogfa que la meta de todo buen maestro es hacerse inútil, que el alumno pueda valerse sin su ayuda, ¿No es indi– cio de madurez que a medida que pase el tiempo ei Magisterio tenga menos que intervenir? Así lo deseo para esta Iglesia a la que amo y en la que vivo. (9) DENZINGEA, Enchirldlon Symbolorum. 956. 121

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