BCCCAP00000000000000000000490

un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudi– mos sobrellevar?" (Hech 15, 10). Santiago representa la otra tendencia: "Los gen– tiles que se conviertan a Dios deben abstenerse de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre" (Hech 15, 20 y 29). San Pablo cuando comenta lo del concilio de Jerusalén no hará alusión a estas imposiciones; únicamente menciona otro tipo de obligación: "Só– lo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero" (Gal 2, 10). Santiago y Pablo vienen a ser como los líderes de dos fuerzas o tendencias discrepantes dentro de la unidad de la Iglesia, y Pedro no siempre ac– tuará con la debida claridad, lo que le hará mere– cer los reproches de Pablo: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?" (Gal 2, 11-14). A veces las disensiones iban demasiado lejos: "Hermanos míos, he sabido de vosotros por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo, Yo de Apolo, Yo de Cefas, Yo de Cristo. ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucifi– cado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?" ( 1 Co 1, 11-13). Perdóneseme si las citas son archiconocidas y si en ocasiones se ha abusado de ellas. Se ha he– cho demasiada publicidad de que aquellos cristia– nos "eran un solo corazón y una sola alma" y se ha pretendido, con falso rubor, ocultar las discre– pancias reales que existían. Pero las diferencias están ahí, pueden ser enriquecedoras por su va– riedad y son una lección oportuna para el pueblo creyente. Porque frente a la multiplicidad ya no puede uno dejarse llevar simplemente, de modo infantil, sino que tiene que optar personalmente y ésta es una responsabilidad que nunca queríamos tomar sobre nosotros. Lo dejábamos tranquilamen– te en manos de "nuestro director espiritual". Era 115

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz