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1 amor a los demás en el .capítulo 25 de San Ma– teo: "Tuve hambre y me dísteis de comer ... " Estas citas quieren decirnos que la verdadera religiosidad no está .en unos ritos materiales, sino en el respeto y amor al hombre, la verdadera ima– gen de Dios. Dios está en cada hombre, prescin– diendo de su bondad o maldad. Esta presencia de Dios en la persona humana justifica la diversidad, es decir, el respeto a la diversidad. Cuando la sagrada Escritura nos pide que res– petemos la vida de los demás y no oprimamos a nadie, está diciéndonos que no podemos eHminar las diferencias, sino que la aceptación de la di– versidad tiene que ser una característica del Reino de Dios. Me estoy acordando de la parábola del trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30). No hay que pre– tender arrancar la cizaña antes de la siega. Y eso que en el antiguo Testamento ya se leía: "No siembres tu campo con dos clases distintas de grano" (Lev 19, 19). Pero, como siempre, el nue– vo Testamento se caracteriza por la perfección, que en este caso es el máximo respeto a toda persona aun cuando sea brote de una siembra malintencionada. Es posible que tengamos una imagen muy ideali– zada de la Iglesia primitiva. Por eso puede ser ne– cesario afrontar la realidad con sentido objetivo y desmantelar todo falso espejismo sobre los pri– meros cristianos. Ante. todo porque la verdad debe imponerse, y en segundo lugar porque así sabre– mos valorar la situación actual sin caer en el pe– simismo o en la desesperación. En la época inicial el fervor hacía fáciles las co– sas: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciónes ... Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común ... " (Hech · 2, 42-44), "La multitud de los creyentes no tenían sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, 113 8 Liberación de la vida religiosa