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No estamos todos preparados para decir con Moisés: "iOjal<l que todos fueran profetas!". La práctica habitual del pueblo fue la contraria: ape– drear y matar a los profetas, y después levantar– les un mausoleo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas ... !" (Mt 23, 29). Ni los mismos Apóstoles al comienzo supieron interpretar este tespeto y espíritu de libertad que nos traía Cristo. Jesús sóio se muestra intoreran– te con los intolerantes, con quienes no respetan la libertad de los demás, con los fariseos y escri– bas que oprimen y ponen cargas intolerables so– bre los demás sin que ellos las toquen con un solo dedo (Le 1·1, 46). Dios presente en la diversidad de los hombres Este repeto y amor al prójimo está en la base misma de la religión. Dios no es indifei-ente a lo que le hagamos al hombre. Frente a una actitud alienante que busca un culto a Dios olvidando o menospreciando al hombre, encontramos una ré– plica contundente en la sagrada Escritura. Por– ejemplo en el libro de Job: "Si pecas, ¿qué le cau– sas a Dios? Si se multiplican tus ofensas ¿qué le haces? ¿Qué le das, si eres justo o qué recibe él de tu mano? A un hombre igual que tú afecta tu maldad, a un hijo de hombre tu justicia" [Job 35, 6-8). También los Proverbios: "Quien oprime al dé– bil, ultraja a su Hacedor, mas el que se apiada del pobre, le da gloria" (Prov 14, 31). Sobre todo los profetas destacan este aspecto social y hu– mano del culto a Dios: "Harto estoy de holocaus– tos de carneros y de sebo de cebones, y sangre de novlllos y muchos cabríos no me agrada ... el humo del incienso me resulta detestable ... Apren– ded a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus de– rechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abo– gad por la viuda ... " (Is 1, 11-17). Cristo pondrá el broche de oro a esta doctrina del respeto y 112
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