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IX EL DON DE LA PLURALIDAD ..81 todo fuera un solo miembro, ¿dónde quedaría el cuerpo?" (1 Co 12, 19). Seguramente uno de los fallos más importantes de la formación religiosa que hemos recibido e impartido es la del escaso respeto a las personas y a sus ideas. Hoy muchos cristianos viven es– candalizados. Y su escándalo tiene origen en la detectación de las diferencias dentro de la Iglesia. Se asustan de que la Iglesia no sea monolítica, de que en su seno se discrepe, de que exista la contestación, de que la autoridad no se acepte ciegamente, de que el magisterio no anatematice. Una formación cristiana tiene que incluir el respe– to a la persona humana. No existiría escándalo ante las diferencias eclesiales si hubiese precedido el convencimiento de que todos somos diferentes. Como se evitaría el escándalo del niño ante sus padres si hubiese recibido una adecuada instruc– ción sexual y nos hubiéramos olvidado de la tontería de París y la cigüeña. También los judíos se escandalizaron cuando Cristo les dijo que en Dios había tres personas distintas. Ellos concebían la divinidad como una unidad, y en parte era cierto, como es verdad que la Iglesia es una. Pero afirmar tres personas dis– tintas era blasfemia digna de castigarse con la muerte: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces a tí mismo Dios" (Jn 10, 33). Tendríamos que haber aprendido que la Iglesia es una pero también pluriforme, y no pretender 109

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