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algo que Cristo no haya mandado. Exponer, sí, que es el gesto respetuoso con el otro, en línea fraterna; imponer, no, que es el gesto del que se considera superior o que está por encima. El amor y respeto a Cristo fuerzan a mantenerse en una actitud de simple trasmisor, y no caer en la disposición del acaparador de la verdad: "Hemos visto a .uno que expulsaba demonios en tu nom– bre y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros. Pero Jesús les dijo: No se lo im– pidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros" (Le 9, 49-50). Tercero: Entramos en el terreno de las relacio– nes interpersonales. Es el campo de lo organizati– vo, donde puede surgir el roce entre hermanos, donde la libertad de uno invade la zona de la li– bertad de otro, donde el actuar según conciencia (no contra conciencia) puede provocar el escán– dalo del pusilánime ... Donde es preciso poner en marcha una comunidad de personas y hace falta una voz de mando, o una coordinación, o una la– bor arbitral. Este es el tercer servicio que la jerar– quía debe prestar a la Iglesia, pueblo de Dios. Sin una autoridad caeríamos en el caos y, en definitiva, en la opresión, porque se implantaría la ley del más fuerte y dejaríamos de ser herma– nos. El criterio es el bien común, no el particular: "Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás" (1 Ca 10, 24). "Nada hagáis por rivali– dad ni por vanagloria, sino con humildad, conside– rando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás" (Fil 2, 3-4). Es lo que recal– ca el Vaticano 11: "Todos los hombres, en el ejer– cicio de sus derechos, están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los de– más y· sus deberes para con los otros y para el bien común. Con todos hay que obrar conforme a la justicia y al respeto debido a. cada hom– bre" (8). (8) Dfgnltatls·humanae, n9 7. 100

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